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T.R.O.G. 25, Wildwood, NJ
T.R.O.G. 25, Wildwood, NJ

T.R.O.G. 25, Wildwood, NJ

Juguetes playeros

Una pedazo de arenero, un buen montón de agua y unos cacharros viejos de dos y cuatro ruedas — todos anteriores al 1947. Suena bien, ¿no? Dicho y hecho: TROG – The Race of Gentlemen.

Todo esto empezó en 2012 con la idea de revivir aquellos tiempos en los que moverse a motor era casi jugarse la vida, los pilotos de esas máquinas infernales eran auténticos héroes y las motos se veían como una amenaza mortal por la gente corriente.

Nuestro colega, encargado de echar un vistazo al evento,

cayó de lleno en esa especie de túnel del tiempo ya en el corto trayecto del motel al Jersey Girl Bar para tomarse la primera cervecita de aclimatación. A cada kilómetro, las vibraciones retro se hacían más fuertes: el aparcamiento estaba lleno de V8 flathead históricos y cuatro cilindros, algún OHV tolerado (pocos), por todas partes gente descargando trastos, montando puestos del mercadillo, y los primeros motores en línea rugiendo para comprobar si seguían vivos :)

Con tanto rollo nostálgico alrededor, al menos daba gusto saber que el sistema de refrigeración de la cerveza era del siglo XXI, y la birra bien fría ayudó a encender conversaciones tipo “¡cuánto tiempo, tío!” mezcladas con cotilleos sobre el color de los cables de bujía o si tal cambio Speedy Shifter era válido o no, hasta bien entrada la noche templada.

Aaargh, ¿qué es ese zumbido en la cabeza a primera hora de la mañana?

¿La cerveza de anoche o los primeros V8 arrancando ya? La zona del hotel, ya a tope de gente, se había convertido en una mezcla hirviente de mercadillo, boxes improvisados y zona de reparaciones de emergencia. Entre los hot rods y las motos de carreras, ya numeradas para la competición, se extendía un océano de bloques de motor de época, salpicaderos, cuentarrevoluciones, faros y mil cacharros más a la venta, mientras los visitantes paseaban flipando por ese zoológico metálico de baja tecnología. Y hablando de zoológicos: la rara especie de TROGloditas se reunió el viernes por la noche para su ritual previo a la carrera en el Lazy Bass Bar. Delante, incluso se permitía aparcar choppers Panhead y Harleys Ironhead, aunque demasiado modernas para la carrera del día siguiente en la playa.

El sábado toca ponerse los guantes

(o quitárselos, según se mire) y entrar en acción. La selección de máquinas es muy estricta, y tanto pilotos como público son animados a vestir de época. El espíritu de los 40 resucita por un fin de semana corto, y toda la playa se convierte en un museo rodante que ruge, tose, escupe y grita. Como buenos caballeros que son estos corredores, todo transcurre con elegancia… salvo por un caballero un poco salvaje: el gran Atlántico, que hace lo que le da la gana. Y tras seis horas, la marea sube y cubre toda la playa otra vez. Pero no pasa nada: es hora de fiesta. Los TROGloditas siguen dándole hasta que no queda ni el tato…

¡Ay! ¿Qué es eso? ¿Luz? ¿Ya es domingo?

¿Marea baja otra vez? ¿Toca correr? Pues claro, para eso hemos venido, así que vamos a darle otro empujón, despejar la cabeza y desatascar la carburación mental. Llegamos justo a tiempo para las finales y la entrega de premios, dijimos adiós a esta burbuja temporal tan loca y nos volvimos a casa… a esperar otro TROG’n’Roll el año que viene.