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Normandy Beach Race, Ouistreham, F

Normandy Beach Race, Ouistreham, F

Un día de verano para recordar

Bueno, fue algo más que un día, pues hay que llegar hasta allí, y Ouistreham, en Normandía, no está a la vuelta de la esquina. Pero como todos sabemos, el tiempo es relativo, y aún más en la Normandy Beach Race. El tema es ir arriba y abajo a lo largo de una franja de playa muy lisa (con la marea baja) en la que se han marcado las líneas del 1/8 de milla para motos y coches. La máquina del tiempo marcó “antes de 1947” y había que asegurarse de que la vestimenta correspondía a la época.

La precisión en el periodo histórico es especialidad de W&W desde hace tiempo, así que no hay problema: Paul Jung es el motor de nuestra marca “The Cyclery” y estuvo localizando chasis de Harley en internet, y tras algunos rápidos regateos, se las hizo traer desde el otro lado del Atlántico hasta su banco de trabajo. Tras unos meses de aventura, transformó los restos de una VLD de 1936 en una moto de carreras playeras como homenaje al genio de la ingeniería y el hillclimbing Andrew Koslow. (Tienes la historia completa en Greasy Kulture Magazine #94)

De vuelta a Normandía, la dinámica

de estos eventos siempre incluye una verificación técnica antes de que empiecen las carreras. Incluso esto fue un desmadre, pues no encontraron mejor lugar para ello que la plaza de la iglesia. Tras aparcar sus ruidosos aparatos para las verificaciones, los pilotos tuvieron la ocasión de hacer las comprobaciones y tomar algo en alguno de los cafés. No había un lugar mejor para sentir las vibraciones mientras refrescas tus sufridas entrañas con una cerveza bien fresca y rubia. Después hubo especialidades locales como huitres, moules frites y un vaso de vino bien fresquito. Todo rematado con un Colonel, o lo que es lo mismo, sorbete de limón con vodka.

El sábado era día de carreras y los dioses

de la meteorología lo empezaron con lluvia, sólo para que quede claro quién manda. Pero luego se cansaron y volvió el sol con su glorioso resplandor sobre la arena. Los gladiadores aparecieron y encontramos un buen sitio cerca de la línea de salida. Genial, porque fue allí donde tuvo lugar el briefing de pilotos y al poco tiempo cayó la primera bandera. La Koslow Racer de Paul no estaba del todo en forma y hubo que trastear un poco en ella para devolverle el punto, pero finalmente Paul pudo alcanzar la línea de salida, motor en marcha, escapes rugiendo por sus cortos tubos. Hizo una buena salida, pero la arena removida por los coches se mostró difícil de manejar y bajo la superficie bastante seca hay una capa húmeda. Acelerar con la rueda girando libremente es duro para una moto. Paul no quedó contento con su papel y antes de la segunda salida tuvo que limpiar la arena de sus carburadores y transmisión secundaria. Entretanto, nuestro vecino y viejo amigo Speed McLean consiguió llevar su Knuckle hasta la red de seguridad y abandonó la carrera por un dolor de cuello.

La Koslow racer tampoco estaba muy bien

y sólo con cierta dificultad Paul pudo arrancar de nuevo el temperamental motor. Genial. Directo a la salida. La pista había sido restaurada en ese tiempo y Paul pudo salir sin demasiados problemas. La Koslow empieza a berrear y Paul sale como un cohete frente a sus competidores y sólo es adelantado justo antes de la llegada. Clamaba revancha, pero el motor murió definitivamente. Los intentos de resurrección fueron en vano. Rien ne va plus.

Decidimos aprovechar lo bueno de la situación y nos fuimos a hacer unas cervezas, y por primera vez nos dimos cuenta de la cantidad de gente que se había convocado en la playa. Debían ser decenas de miles. Las colas para beber algo eran interminables. Siguiente sorpresa: Prohibida la cerveza en la pista. Pues vale. Pero nadie dijo nada sobre acercarse a la valla y sacar la birra por encima. Nos instalamos alrededor de la Koslow con viejos amigos (como Charlie Lecach de Niza) y otros nuevos. Charlamos, tomamos cerveza, destruimos nuestros oídos con motores absurdamente ruidosos y disfrutamos de un épico día estival encerrado en una burbuja temporal que oscilaba muy rápida y ruidosamente entre un mundo de ensueño lleno de estilo y diversión, y una película de Hollywood con demasiados George Clooneys.

Si no contamos el desafortunado castañazo que se dio una piloto de Harley que terminó en el hospital (luego su marido nos dijo que estaba bien), dos cazas antiguos simulando un combate sobre el lugar y el buen tiempo, no hubo nada más que destacar, pues absolutamente todo en Normandy Beach Race fue del más alto nivel. Incluso repetir el plan de ostras, mejillones y vino fue un acierto. De nuevo. Mientras otros volvían a la pista al día siguiente, nosotros cogimos la carretera equipados con croissants frescos y café humeante y nos volvimos a casa.

Au revoir, Normandy Beach Race!