Churchill

La historia comienza con James Churchill, un vendedor ambulante de allá por 1890 que iba de casa en casa con su caballo y su carrito vendiendo vajillas y cacharros de lata. Un día intercambió una pieza de loza por unas pieles de venado en bruto; en aquella época casi nadie tenía dinero y por un momento pensó que había salido perdiendo. Pero James Churchill era muy ahorrador, así que llevó las pieles a un curtidor y le pidió que se las tratara. Con ellas empezó a fabricar pares de guantes a mano, que con el tiempo se convirtieron en sus artículos más vendidos. Buscó más cueros y fabricó más guantes. Y así hasta que en 1897, James Churchill abrió su primera fábrica artesanal de guantes. Siete años más tarde, el negocio iba tan bien que tuvo que ampliar. En 1932, Niles Churchill tomó el relevo al morir su padre. Siguió expandiendo el negocio e incluso fundó una nueva rama del sector que aún sigue funcionando en manos de la misma familia. Con más de 35 empleados capaces de atender cualquier pedido, la política de Churchill ha sido siempre proveer a sus clientes con los productos de más alta calidad a los precios más competitivos y en coherencia con unas buenas prácticas de trabajo.