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Wrecking Crew Diaries
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1996 Panama - Mud of No Return
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Día 9, martes, 9 de enero

Día 9, martes, 9 de enero

Para el desayuno, el chef de la cocina sirve exquisiteces de la cocina de supervivencia. Después las motocicletas fueron preparadas y conducidas en dirección Agua Fría. Como ya antes se había anunciado con sutileza, el viaje se asemeja más bien a la cabalgada sobre un ariete a vapor que a una elegante excursión con motocicleta por el Spessart. Mientras más uno se acerca al sur, más grandes son las brechas en la capa de grava. Y sólamente debido al control acrobático de sus cuerpos bien tonificados, los cuatro pan-tásticos consiguen hacer soportable el estado de la carretera.

Una pequeña pausa y un cervecita parecen ser casi como un milagro, como una estupefaciente fuente de la juventud. Cada milla es una lucha entre baches, barro y chubascos. No es de extrañar que a los cuatros les parecía que el camino los conducía directamente a la nada.

El día se acerca más a su final, y un alojamiento para pasar la noche debe ser encontrado. Y se encuentra luego a pocos kilómetros fuera de las pistas en el asentamiento indígena de Santa Fe. Pero el pequeño desvío valió la pena: dos cuartos dobles con „ducha“. Y esto es lo que uno ve ahí: el cuarto es un tipo de armario transitable y la ducha es un corredor con olor a moho de 80 cm de ancho con tina y un vaso de plástico. Inclusive se ofrece una vista libre de todas las habitaciones. Bueno así uno no se siente solo.

Uno se dirije relajadamente, después de haberse duchado cuatro veces, a cenar en el Snack-Bar cercano, donde se ofrecen cosas ricas a la parrilla las cuales están tan bien asadas que nadie – ni que decir del jefe de cocina – puede decir realmente lo que fueron antes. En realidad nadie lo quiero saber, ya que hambre es hambre y selva es selva.

Como guarnición para calmar el hambre había, por lo menos, raíces de yuca que uno podía fácilmente reconocer por el sabor distintivo a medias remojadas. La cerveza Panama se encarga de eliminar la sensación de harina en el paladar – servida en una botella de ¾ litros. A su regreso Wolfgang descubrió que el cuarto fue puesto a disposición de la asociación de avicultura como cámara de cría. Es por ello que él decide pasar la noche en el todoterreno donde las últimas dos botellas de vino garantizan un profundo sueño. Menos de media hora y menos de una botella de vino más tarde, Klaus también aparece en el vehículo y juntos se encargan de erradicar profesionalmente la bebida de uva. Es por ello que los dos pasan de alto que el vehículo está aparcado entre charcos de lodo y ciénaga, y a la mañana siguiente amanecen llenos de picaduras de mosquitos.

Pero a quén le importa: el sueño es sueño y la selva es selva.