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Wrecking Crew Diaries
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1996 Panama - Mud of No Return
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Días 17-20, miércoles-sábado 17-20 de enero

Días 17-20, miércoles-sábado 17-20 de enero

Después de haber descansado muy bien por la noche, también se decide pasar este día en el cómodo Golfito. Por ejemplo, soñando con un viaje por la Panamericana sin baches. Pero un momento, ¿no había por el camino un pista de aterrizaje? Los cuatro se montan a sus motos y se ponen en marcha. Por unos pocos marcos alquilan un Cessna viejo, inclusive piloto y viajaron muy bajo sobre el Río Fixaola y luego muy cerca sobre la cima de la selva, sin brincos por toda la Panamericana. Los discos intervertebrales logran respirar y la musculatura glutea se relaja con sensibilidad.

Después de aterrizar, los cuatro pan-tásticos se abalanzaron sobre los restos de pescado del día anterior, que no perdieron nada de su exquisitez.También las camas son tan suaves como la noche anterior y el sueño es tan profundo como los baches, que hay que volver a encontrar pronto.

Día 18

Nadie tiene prisa por volver a ver la carretera llena de baches. Por ello, la partida se hace de manera relajada. Alrededor del mediodía, los “dos x dos” cilindros, las ruedas correspondientes y la tripulación se ponen en movimiento: San José llama. Pero antes de llegar a la gran ciudad, los dioses de la selva tienen que afrontar aún unos pocos cientos de kilómetros de pista, fuertes lluvias (¡quien lo hubiera pensado!) y una sorpresa: Un especial atajo corto desde Golfito de hasta la Panamericana resulta ser un desvío corto. Pues, el puente colgante, que aparece ahí de la espesura de la selva como Indiana Jones de la ciénaga, se presenta como si estuviera afectado por la epidemia Panamericana: un bache persigue al siguiente. Ojalá que no se necesite explicar lo que significa baches en un puente colgante de madera sobre un cañón de por lo menos 30 metros de profundidad. Sobre todo el material alrededor de los agujeros resulta estar bastante podrido. Es cierto que los cuatro pan-tásticos logran cambiar un par de tablas por un material más nuevo, pero sobre el puente sólo se aventura uno hombre cansado de la vida a pie y una media rueda trasera.

Así que uno prefiere volver por rutas convencionales a la Panamericana e instalarse en San Isidro por la noche. En un hotel de primera clase, donde los daiquiris pertenecen más bien a la clase turista – de color rosa con sabor a goma de mascar...bueno, al menos las camas están libres de animales y tienen claramente más de 160 de largo. Realmente, esto significa algo.

Día 19

Al otro día las Pans se enrumban cuesta arriba al Cerro de la Muerte, esta vez en otra dirección, sin encontrar algún tipo de camión y directamente a través de las nubes en el cielo despejado.

Finalmente. De vuelta en San José por la tarde. Fiel al viejo refrán costarricense: „Si vienes de casualidad a San José algún día cuando no es tan tarde, oye, ¿por qué no entonces vas directamente al bar de la esquina? Esto es todo, caramba“. Dicho y hecho, matamos la sed con una botella Centenario. Ahora uno estaba en buenas condiciones, ahora uno recién podría empezar. En marcha al mejor bar de la ciudad, de buen estilo colonial, buen ambiente, buenas chicas, buen ron, 24 hours a day, 7 days a week – casi como en casa en W&W, solamente que allá no hay ron.

Día 20

Y como la concidencia así quiere, la siguiente mañana llega más rápido que el regreso. Así que uno se ahorra el regreso para poder desayunar en paz. Ah, eso se siente bien. ¿Y ahora una cerveza? Así que otra vez en dirección al bar habitual y mientras uno se la pasa discutiendo sobre motocicletas y motores, amanece otra vez.