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Wrecking Crew Diaries
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1996 Panama - Mud of No Return
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Día 5, viernes 5 de enero

Día 5, viernes 5 de enero

Temprano por la mañana llegan las motocicletas al lobby del hotel y con buen humor se empieza el viaje hacia la frontera con Panamá. Lamentablemente los hombres de la aduana panameña se dan cuenta que los sellos de salida en el pasaporte son del día anterior. Incluso las muchas explicaciones de nuestra parte de por qué y cómo y que uno ha estado tan cansado, y en general ellos debían hacerse de la vista gorda - pero nada ayuda. Así que las motocicletas fueron giradas con rapidez y regresamos nuevamente a Costa Rica para recoger los sellos nuevos. Y de nuevo regresamos, logrando entrar finalmente a Panamá.

¿Eso es lo que pensaste? – pero aún teníamos que pasar por un par de sitios oficiales en donde teníamos que pedir algunos permisos. Y siempre por turno: Migración, Aduana, Policía Técnica (algo parecido a TÜV pero en contraste con el alemán, los codiciados sellos son distribuidos más bien informalmente y sin haber echado una mirada detenidamente) Policía Tráfico. Y por último, el Señor Fumador – el cual no se interesa por tabaco sino se encarga de que nadie ingrese animales pequeños, como por ejemplo, el infame agarrotamiento del pistón.

Después de haber superado las dificultades burocráticas, el siguiente camino nos lleva a David/Panamá donde alquilamos un Toyota Land cruiser para transportar el extenso equipo de fotografía y al cuarto hombre, más o menos con comodidad. Uno se acerca a la ciudad de Panamá lentamente pero con seguridad. Esto se reconoce por el hecho de que los atascamientos son cada vez más frecuentes y más largos. Hasta que a unos 10km antes de llegar a la ciudad de Panamá ya no se puede seguir más. Las carreteras calientes evaporan los chubascos cortos en el aire del crepúsculo y el caos circulatorio aumenta con cada kilómetro en dirección a la ciudad:

Antiguos autobuses americanos sin escape realizan carreras entre sí y tratan de apartar todo lo demás fuera de la carretera. Los tractocamiones sobrecargados y los innumerables taxis también tartan de hacer lo mismo. Aquí el aficionado de las motocicletas viaja arriesgando su vida. Y se tiene poco tiempo para comprobar que el invento muy útil de las señales de tráfico aún no ha sido propagado hasta más acá.

Así, cada uno dobla a la izquiera o a la derecha a placer y discreción, luego se sigue siempre derecho y y antes de que uno se de cuenta, los cuatro se encuentran en el centro de Panamá Viejo. Lo que pretende ser un placentero recorrido por la ciudad vieja, resulta ser un pequeño viaje por el infierno de un ghetto donde el rincón más oscuro del Bronx parece ser un parque infantil de ensueño. Después de un largo slalom entre los guardias de seguridad con escopetas de perdigones parados en frente de tiendas y restaurantes y grupos de polícias muy armados, los cuatro decidieron registrarse rápidamente y sin grandes histerias en el hotel más cercano. En las – bueno, digamos, habitaciones modestas – las cucarachas celebraban un desfile de bienvenida alegre, al cual los cuatro no le prestaron la atención, que quizás se hubiese merecido, debido a su cansancio de plomo. Incluso no perdieron mucho tiempo en verificar las camas que evidentemente no habían sido mudadas desde hace mínimo tres generaciones de dueños del hotel: utilizamos un poco de Baygon sobre las camas, luego nos echamos con todo y ropa y listo. Estabamos hecho polvo. Una que otra botella de cerveza „PANAMA“ se cristaliza rápidamente como un rayo de esperanza en la noche y burbujea por las gargantas sedientas causando relajados „Aaaha“ y „Ooohs“.