The Bootlegger
Entendemos que penséis que las únicas Harley que andan por nuestros patios tienen al menos 30 años, y cuanto más viejas, mejor. Y de hecho así suele ser, pero habríais palmado esta vez. Precisamente el otro día nos hicimos con una preciosa 883 Iron nueva para esos viajes tocapelotas a la oficina de correos, a la estación, a la tienda de recambios o hasta la licorería, si se tercia…
El caso es que tanto trajín
no le sentó demasiado bien a la pequeña princesita… Así que la metimos en el taller para darle algo de cariño. Nos la quedamos mirando un rato –chupito- otro rato más –lingotazo… y así hasta que tuvimos la madre de todas las inspiraciones. ¿Alguien se acerca a la licorería?
Y fluyó el arte.
“¿Y si jugamos un poco con el manillar? ¿Y si cambiamos el asiento por algo que sea más chanante? Y ya puestos” –ahora es donde nos venimos arriba-“agarramos la radial y le amputamos la trasera, y de paso le montamos una historia de esas de las cafereiser…”
Hasta en nuestro pueblo
perdido de la mano de Dios hemos oído hablar de las café racers esas. Pero como no somos de ir de bar en bar, aparte de que sólo tenemos un triste garito en todo el pueblo, nos adaptamos a nuestro gusto esas modas de pijos de ciudad.
Y es que además,
de vez en cuando nos apetece atronar a la pasma con nuestros escapes y algunos centímetros cúbicos extra no hacen ningún mal. Así que tenemos canelita fina de nuestros almacenes rematada con unas ruedas de tacos para poder continuar con la fiesta cuando abandonamos el asfalto camino de la destilería de la abuela.